Mi mirada desgarra el control del instinto haciendo más fuertes los deseos con cada exhalación y mis susurros apenas audibles son tan incitantes que sucumben ante mi voluntad, mientras pierden su voluntad al dejar caer mi desnudez, dejando a la intemperie mi pálido cuerpo, que es la perdición de los mortales y el sustento de aquel con el que un lazo más oscuro que la misma oscuridad me une a su cuerpo, y suavemente el roce de mis alas despiertas los deseos más ocultos, despertando la imaginación y poniendo al máximo los sentidos, mientras mi boca bebe de la suya.
Probamos la lujuria provocada y comienza a arder un amor decadente, que mientras el viola la aparente inocencia de mi sensual figura, lleva mi mente al éxtasis de la decadencia, y pudre lo que es decente, hasta apagar aquella llama encendida dentro de mi en completa sumisión, y ante su mirada llena de pasión, me toma así suya hasta que ambos cuerpos queden agotados, ya sin vida a pesar de estar muertos.
Finalmente reclama lo que le pertenece por derecho y consagra lo inmoral, toma mis pechos y yo dejo que sus colmillos rompan la piel que impide que mi sangre sea para el, terminando así el ritual erótico de mi amor eterno hacia el, siendo yo una inmortal, que se alimenta de sangre, obteniéndola seduciendo lujuriosamente a mis víctimas, y recordando que fue el quien bebió de mi.... y yo fui la vencida.